16 de marzo de 2012

Luces del mar

En aguas poco profundas de la costa de Hawaii vive un calamar (Euprymna scolopes) que durante el día se entierra en la arena y cuando anochece abandona el refugio y sale a buscar comida. Con tal de comer y no ser comido, este calamar tiene un mecanismo de camuflaje peculiar. Presenta unos lóbulos en la parte inferior de su cuerpo que albergan bacterias de la especie Vibrio fischeri capaz de emitir bioluminiscencia. Luz.

En noches de luna, la claridad penetra hasta la profundidad en la que el calamar vive. Esto hace que cuando sale a cazar, la parte de su cuerpo que queda en sombra permite a los predadores del fondo localizarlo fácilmente. Para evitarlo ha desarrollado una especie de obturador que controla el paso de luz que generan estas bacterias bioluminiscentes. El obturador se regula mediante la señal que recibe de unas proteínas sensoras en la parte posterior, que detectan la luz que se filtra en el agua. Permitiendo la salida de mayor o menor cantidad de luz por la parte inferior, el calamar se contrailumina y visto desde el fondo es confundido con la superficie del agua, evitando así ser presa fácil. De esta simbiosis el calamar obtiene un sistema eficaz de camuflaje y las bacterias alimento. 

Cuando sale el sol el calamar expulsa alrededor del 90% de las bacterias albergadas. Esto puede deberse a una cuestión de ahorro de energía, para no tener que mantener el 100% durante el día, cuando no son necesarias, o bien para liberar bacterias que sirvan de inóculo para los calamares jóvenes. 

Cuando las bacterias se encuentran libres en el medio dejan de emitir luz. La emisión de luz está regulada por quorum sensing, es decir, es necesaria una cierta densidad de población para que se active la bioluminiscencia. El 10% remanente que queda en los lóbulos se encuentra tan diluido que tampoco emite luz. A lo largo del día estas bacterias irán duplicándose hasta alcanzar una densidad óptima al anochecer, cuando el calamar necesita de ellas. 

Vibrio fischeri no es el único caso de bioluminiscencia marina. Se cree que los mares de ardora o milky seas se deben a una especie llamada Vibrio harveyi. No se conoce una simbiosis como en el caso anterior, pero la teoría del quorum sensing no se podría aplicar si nos imaginamos estas bacterias en suspensión libre en el mar. Algo tiene que agruparlas en una densidad suficiente para activar la luminiscencia. 

La teoría más aceptada indica que Vibrio harveyi aprovecha los periodos de crecimiento de una microalga (Phaeocystis) para asociarse a ella y alimentarse de la materia orgánica que se va descomponiendo, fabricando una especie de film sobre la microalga para crecer en él. Estas estructuras permitirían la concentración de los inductores de bioluminiscencia y explicaría la extensión de los mares de ardora, ya que algunas floraciones de fitoplancton -que incluye Phaeocystis- pueden extenderse hasta cientos de kilómetros.


Luz del mar, por Casandra 
"[...] A unos dos cables del Abraham Lincoln y por estribor, el mar parecía estar iluminado por debajo. No era un simple fenómeno de fosforescencia ni cabía engañarse. El monstruo, sumergido a algunas toesas de la superficie, proyectaba ese inexplicable pero muy intenso resplandor que habían mencionado los informes de varios capitanes. La magnífica irradiación debía ser producida por un agente de gran poder luminoso. La luz describía sobre el mar un inmenso óvalo muy alargado, en cuyo centro se condensaba un foco ardiente cuyo irresistible resplandor se iba apagando por degradaciones sucesivas."
Veinte mil leguas de viaje submarino (1869), Julio Verne 

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